En
una oportunidad conocí a una joven de carisma increíble, de potencial
extraordinario, de hermoso cuerpo y parecer; sentada en el césped de una hermosa
pradera, sola y pensativa. Me acerque a ella y sentándome a su lado noté en su
rostro preocupación, tristeza y dolor. La observé detenidamente, y luego de
presentarme le pregunté: ¿Qué te pasa?, ella con una sonrisa fingida y ojos
aguados me contestó: ¡Nada!
Pasamos
horas en silencio mirando el paisaje de aquella gran naturaleza a nuestro
alrededor. De rato giraba mi cabeza para verla, y aunque se encontraba en su
estado más vulnerable, su hermosura y sencillez no dejaba de impresionarme. Ya
casi al caer el sol de la tarde le pregunté como se sentía y me contestó que
bastante pensativa y abrumada por todo lo que a diario vivía; guarde silencio
ante su respuesta si saber que responderle, ya que no conocía realmente el
problema que ella atravesaba.
Viendo
el hermoso atardecer y aquella deslumbrante puesta de sol pensé: ¿Qué tal si la
invito a bailar? ¿Me dirá que si o me dirá que no? ¿Será que lo intento? ¿Será
que le digo? Quizá me dirá que estoy loco a lago así. Divagando en mi cabeza,
me arme de valor y le pregunte: ¿Quieres bailar conmigo?; ella sin entenderlo,
se quedo mirándome fijamente y me preguntó: ¿En qué ayudara eso con lo que
siento, con mis problemas?; al instante no supe que contestarle, pero al cabo
de 5 minutos le respondí: Quizá no te ayude a resolver tus problemas, pero si
de algo estoy seguro, es que minimizara el dolor que ahora sientes y cambiara
tu estado de ánimo; ¿Cómo estas tan seguro? pregunto ella; porque como yo, muchos olvidan sus problemas bailando, ¿No tenemos música? replicó; ¡No la
necesitamos! le dije, la música esta en nuestra mente y corazón, solo déjate llevar; ella accedió y toda confusa se puso de pie.
Comencé
tarareando una canción para que ella agarrara el paso. Al cabo de un minuto
guarde silencio y solo se escuchaba el cantar de los grillos nocturnos. Bailamos
desde que el sol se metió hasta que la luna llego a su punto más alto y
luminosidad más asombrosa, sin saber ¿cómo?, ambos nos volvimos uno en ese
baile, en un compás asombroso con el ruido de la noche, y aunque ninguno conocía
el trasfondo del otro, teníamos algo en común, éramos 2 extraños bailando bajo
la luna, al compás de una extraña melodía nocturna.
“Cuando
sientas que tus problemas te agobian, ¡Baila!; si te sientes encerrado y no vez
la salida, ¡Baila!; pase lo que pase, ¡Baila!; súbele todo el volumen a la música
y exprésate, y si no hay música en el ambiente, ¡Créala!, demuestra lo que
sientes, lo que eres a través del baile… Haz que la música suene mas fuerte que
tus problemas, y conviértete en un amante bailarín al compás de una extraña
melodía musical.”
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