Amenos que una persona se comunique, ya sea oralmente o por medio de gestos o expresiones faciales, es imposible llegar a conocerla. Todo lo que queda detrás de la piel del rostro seguirá siendo un misterio.
También Dios era un misterio hasta que decidió romper el silencio. Habló una vez y toda la creación surgió a la vida, los océanos, las ballenas, las coloridas aves, las orquídeas y los insectos. Y volvió a hablar, nos dice Juan, y esta vez su Palabra -el Verbo- tomó forma humana y se llamó Jesús. El Evangelio según Juan relata la historia de ese Verbo hecho carne.
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14)
Diferente de los demás evangelios
Ya en los primeros párrafos se nota que Juan le aparta notableménte del estilo de Mateo, Marcos y Lucas. Los escritores de los otros evangelios fijaban su atención en los acóntecimientos y seguían a Jesús por los bulliciosos mercados y aldeas.
A diferencia de ellos, Juan daba por hecho que sus lectores conocían los hechos fundamentales acerca de Jesús. Por eso, en vez de centrar su atención en éste o aquel hecho, él ahonda en el significado profundo de los que Jesús había dicho o hecho.
El libro de Juan da la impresión de haber sido escrito a la sombra de algún gran árbol por un autor que tuvo mucho, mucho tiempo para reflexionar.
En su primer párrafo, Juan pone de relieve la naturaleza de Cristo. No aparecen aquí retablos navideños; no hay aquí establos, ni pastores, ni sabios del oriente.
Juan no cuenta nada del nacimiento ni de la niñez de Jesús. Cuando lo presenta, él ya es el maduro Hijo de Dios. Una vez terminado el elocuente prólogo, este libro presenta a Juan el Bautista señalando humildemente a Jesús, "del cual yo no soy digno de de-satar la correa del calzado" (Juan 1:27).
Jesús fue enviado a cumplir una misión
Juan se limitó a escoger determinadas escenas que no abarcan en total más de 20 días de la vida de Jesús, y las compaginó de forma que presentarán a un Mesías que sabe "de dónde he venido y a dónde voy" (Juan 8:14).
Jesús no es simplemente un hombre que apareció en la tierra, sino el Hijo de Dios, enviado para llevar a cabo la obra del Padre.
Las repetidas referencias a Aquel "que me envió" le imprimen una cadencia especial a este libro. Según Juan, Cristo participó en el acto original de la creación. Pero a su debido tiempo fue también enviado a la tierra como el Verbo —la Palabra Divina— que resume todo lo que Dios deseaba decir.
Dios se expresó en la única forma en que nosotros podíamos realmente comprenderlo: convirtiéndose en uno de nosotros.
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