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miércoles, 13 de febrero de 2019

Israel se divide, una rebelión lleva a una guerra civil

Y hubo guerra...todos los días. 1 Reyes 14:30
El capítulo 12 de 1 Reyes marca un giro decisivo en la vida de la nación de Israel. Durante 120 años Saúl, David y Salomón habían consolidado el poder, ampliando las fronteras y edificando un gobierno fuerte.

Pero inmediatamente después de la muerte de Salomón todo comenzó a desbaratarse. La hostilidad reprimida de las tribus del norte estalló finalmente y éstas se separaron para formar su propia nación.

Dos naciones de la fractura de una


Diez tribus se unieron bajo Jeroboam para formar una nación en el norte llamada Israel. Solamente dos tribus, Judá y Benjamín, permanecieron leales al heredero de Salomón en Jerusalén. Estos sureños tomaron el nombre de Judá y establecieron en Jerusalén, hogar del templo, su capital. Desde ese momento en adelante, la nación unida de Israel cesó de existir.

La rebelión del norte trajo una terrible guerra civil a la antigua Israel, una guerra que duró 50 años. Y a pesar de un tratado de paz posterior, la guerra siguió rebrotando. El libro de Reyes registra las historias de ambas naciones. La acción pasa de Israel en el norte a Judá en el sur y viceversa.

Este libro no intenta dar una historia completa de ambas naciones. Se centra más bien en sus reyes y reinas. Como guardián del pacto de Dios, el rey o la reina llegaba a simbolizar la salud espiritual de la nación.

Según se conducía el rey, así andaba la nación. Cada soberano recibe un breve resumen y habitualmente una clasificación suscinta. El o ella se condujeron ya sea como David, "que hizo lo recto ante los ojos de Jehová", o como el rey norteño, Jeroboam, el cual "hizo pecar a Israel".

El norte: una caída continua en pendiente 

Irónicamente, el norte se separó como parte de un movimiento de reforma, para corregir algunos de los abusos del reinado de Salomón. Pero comenzando con el primer rey, Jeroboam, ningún rey de Israel hizo lo bueno ante los ojos del Señor.

El libro de Reyes condena a todos los reyes del norte. Los reyes del norte introdujeron la idolatría en su religión y la corrupción en su política. Adoptaron todas las medidas opresoras que habían motivado la rebelión original: altos impuestos, represión de los profetas y abuso del poder.

De los 19 reyes del norte, ocho murieron asesinados o por su propia mano. Un rey, Zimri, gobernó apenas siete días.

Los peores soberanos, el Rey Acab y la Reina Jezabel, introdujeron el terrible culto a Baal. La vida espiritual de Israel tocó fondo y Acab reemplazó a Jeroboam como símbolo del mal. Los reyes siguientes fueron llamados "Acabs", del mismo modo en que un tirano cruel es comparado hoy con Hitler.

La destrucción futura de Israel se convirtió en una certeza; después de Acab y Jezabel, la nación estaba simplemente contando las horas.

El sur: un giro sorprendente

Mientras Israel —que comenzó como un movimiento de reforma— se deslizaba hacia el desastre, las dos tribus del sur, Judá y Benjamín, demostraban ser más fieles a Dios. Produjeron al menos un puñado de reyes buenos.

Aun en aquellas ocasiones en que otras naciones se aprovecharon de la debilidad de Judá y saquearon a Jerusalén, la nación se mantuvo unida.

La idolatría también contaminó a Judá, pero no en la misma medida que al norte. El templo siguió siendo un símbolo potente del culto al Dios verdadero. Y cada una o dos generaciones aparecía un rey sincero y comprometido para barrer con las prácticas peligrosas de sus predecesores.

Los escritores de Reyes se ocupan de hacer notar que estos reyes buenos por lo general vivían más que los soberanos malos. Antes de que se cumplieran 250 años el Reino del Norte, Israel, fue borrado del mapa.

Judá sobrevivió otros 135 años antes de caer ante los invasores extranjeros. En cierto sentido, la suerte de ambos reinos había estado echada desde el tiempo de la primera división. El profeta Isaías recordaría a la división como el peor desastre que había sufrido su pueblo (Isaías 7:17).



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