El sacrificio y expiación. Justicia: Alguién debe pagar - La Pluma de un Ángel

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martes, 19 de febrero de 2019

El sacrificio y expiación. Justicia: Alguién debe pagar

Cuando usted comete un crimen, no sale libre de culpa y cargo con sólo decir: "Lo siento, trataré de no hacerlo de nuevo". La justicia requiere que usted pague por lo que ha hecho. Por eso los israelitas no podían simplemente ir a presentarse ante Dios cuándo querían ni cómo querían para tener comunión con él. Tenían que traer sacrificios para "expiar", o sea "pagar por", sus culpas o incapacidades.

...el sacerdote la hará arder en el altar sobre la ofrenda encendida a Jehová; y le hará el sacerdote expiación de su pecado que habrá cometido, y será perdonado. (Levítico 4:35)

Estos sacrificios eran costosos. Para los campesinos que vivían al filo de la supervivencia, un becerro o un carnero representaba un gasto considerable. Por supuesto, la gente muy pobre podía dar menos —un par de tórtolas o un poco de harina. Pero, en todos los casos, la persona tenía que sentir costo, ya fuera en términos de algo por lo que había trabajado o en términos de lo que había cultivado en su propia granja.

Se hacía humo


Una buena porción de la economía nacional se convertía en humo cada año: hablamos de cientos de animales y de una buena cantidad de mano de obra para recoger leña, mantener el fuego ardiendo y ofrecer sacrificios.

Dado que el Tabernáculo de Reunión, la tienda en que se efectuaban los sacrificios, estaba en el centro del campamento, el olor de los dos sacrificios diarios pendía sobre los israelitas. Rara vez podían ellos comer carne, pero cada día tenían que oler el aroma de carne asada ofrendada a Dios.

Las ofrendas se dividían en tres categorías amplias.
  1. Las ofrendas por la culpa y el pecado habitualmente se presentaban primero: ellas limpiaban al pueblo de pecado.
  2. Luego venían los holocaustos, ofrendas quemadas, en la que animales completos eran incinerados hasta convertirse en cenizas. Presentados al menos dos veces al día, estos sacrificios evidentemente expresaban una dedicación completa a Dios.
  3. El sacrificio final era la ofrenda de comunión, que era esencialmente una comida familiar compartida ante la presencia de Dios. (Las ofrendas de grano eran presentadas generalmente con una de las otras ofrendas.)

La secuencia de las ofrendas —perdón de pecados, luego dedicación total y luego comunión— demuestra que la meta de las mismas era la comunión con Dios. Para llegar a esa meta, el perdón de los pecados y la consagración total a Dios eran necesarios.

Levítico, sin embargo, no explica esta filosofía que está detrás de las ofrendas: parece más bien un manual de instrucciones acerca de cómo efectuar los sacrificios exactamente en la forma en que Dios quería.

La precisión ayudaba a producir la actitud espiritual adecuada. Uno no podía acercarse a Dios en forma descuidada. Uno debía ser sumamente cuidadoso, tenía que cumplir exactamente lo que él había prescrito, y debía obedecerle en cada detalle.


¿Puede un animal realmente pagar?
Todo este espectáculo —con su preocupación por la sangre, los sacerdotes y el ritual— le resulta extraño a la gente moderna. En realidad, ¿cómo puede la muerte de un carnero arreglar las cosas entre Dios y el pueblo? ¿Es el sacrificio de un animal realmente suficiente para pagar por nuestros errores?

No debemos olvidar que a lo largo de la historia la gente ha sentido intuitivamente que hacía falta un sacrificio para reconciliarse con Dios.

Muchas religiones del mundo todavía presentan sacrificios aún hoy. A nosotros estos sacrificios nos parecen anticuados principalmente a causa de aquel otro gran sacrificio —el del mismo Hijo de Dios— que los sobrepujó a todos.

Los sacrificios de animales no eran suficientes, en esencia, para pagar por el pecado humano. Ellos preparaban el camino para aquel sacrificio que sí lo podría pagar.

El valor de un animal podía ser considerable, pero el costo verdadero, aun para nosotros, es infinitamente mayor. Pero no tenemos que pagarlo; Jesús lo pagó totalmente

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