...yo soy el que te salvo de lejos a ti y a tu descendencia de la tierra de cautividad; y Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien le espante. Jeremías 30:10
Una persona que se extraviara en Brooklyn, Nueva York, y llegase a un barrio llamado Williamsburg, se quedaría pasmado. Los niños que juegan en la calle tienen una apariencia extraña: rulos largos jamás tocados por las tijeras, caen desde la parte superior de sus orejas hasta llegarles al pecho. Los hombres, con barbas largas negras sin retocar, les observan. Todas las mujeres que esta persona ve usan pelucas porque se han afeitado completamente la cabeza. ¿Qué es esto? ¿Se trata de alguna nueva secta?
Lo que sucede es que la persona en cuestión habría llegado a una comunidad de judíos asideos. Ellos no viven según el último grito de la moda, sino según reglas que se fundamentan en leyes del Antiguo Testamento. Siguen regímenes de comidas extraños.
Utilizan un juego de vajilla para la carne y otro para los productos lácteos. Sus jóvenes dedican largas horas al estudio del Antiguo Testamento en hebreo. Aunque son estadounidenses que viven en Nueva York, su brújula cultural apunta al Monte Sinaí, donde Dios le diera la Ley a Moisés.
Los judíos sobrevivieron a sus enemigos.
El pueblo judío ha sobrevivido. Esto es asombroso. ¿Quién, en la época de Jeremías, podría haber vaticinado su perdurabilidad, cuando se encontraban acorralados y amenazados por la destrucción total? Los babilonios los conquistaron y los arrastraron al exilio. Pero, ¿dónde están los babilonios hoy? Han desaparecido.
Las arenas del desierto cubren su ciudad capital. La historia de los judíos es una larga crónica de discriminación, exilio, castigo y matanza. No hay otro pueblo contra quien se hayan instituido medidas de destrucción tales. Pero han sobrevivido y prosperado. Su lenguaje perdura. Su libro, el Antiguo Testamento, es parte del libro mas leído de todos los tiempos.
Han reedificado su nación. Lo que es más notable es que esta perdurabilidad fue anunciada por escrito hace 2.500 años. Dios prometió en los términos más claros que nunca rechazaría a su pueblo.
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