Agua. Donde abunda, no la valoramos. Por lo general no la cuidamos; la malgastamos. No es así en el desierto. Allí hasta las plantas la atesoran, protegiéndola con espinosas defensas. Allí, el agua llega a tener un aura casi mística. Engañosas visiones de lagunas y arroyos danzan en las abrasadoras ondas de aire.
El afán de beber hace desaparecer cualquier otro pensamiento, y una cucharada vertida sobre una lengua reseca, vale oro. Para la mujer que habitaba una zona árida y que pasaba parte de cada día llevando cántaros hasta la fuente y luego hasta su casa, el agua era el más poderoso símbolo imaginable.
No sorprende entonces que cuando Jesús le ofreció "agua viva" que nunca se secaría (Juan 4:14), la mujer samaritana prestara atención.
Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. (Juan 4:25-26)
Palabras profundamente sencillas
Usar una palabra o frase simple con un significado profundo: ese es el estilo de enseñanza de Jesús que presenta Juan. Ningún autor bíblico usó palabras más simples y comunes: agua, mundo, luz, vida, nacimiento, amor, verdad.
Sin embargo, Juan las usó con tanta profundidad que cientos de autores han tratado desde ese entonces de sondear su significado. Leer Juan es como estar sentado en un bote en medio de un lago profundo y claro.
La claridad del agua revela todo lo que hay bajo la superficie, al menos, eso es lo que uno piensa al principio. Sin embargo, cuando uno mira más intensamente, se da cuenta de que no puede ver el fondo. Algo siempre queda oculto.
Los que buscan un bosquejo organizador evidente en el evangelio según Juan generalmente fracasan. Este evangelio omite muchos de los hechos registrados en Marcos, la mayor parte de los largos discursos de Mateo y todas las parábolas de Lucas. Su enseñanza aparece principalmente en los íntimos encuentros de Jesús con diversas personas.
Escuchando conversaciones privadas
Jesús expresó algunos de sus dichos más memorables durante conversaciones personales. El libro de Juan rara vez muestra a Jesús hablando a grandes multitudes. En vez de ello, lo vemos encontrándose en secreto con cierto inquieto líder religioso (Juan 3:1-21), o conversando con una mujer promiscua (Juan 4:5-26) al borde de un pozo de agua.
Ambos visitantes se llevaron imágenes simples pero profundas (un nuevo nacimiento, agua viva), y aún hoy nosotros reconocemos estas palabras entre las más conocidas de toda la Biblia.
Juan pinta pequeños retratos verbales de personas que respondieron a Jesús en la tierra. Algunas lo siguieron valientemente, otras siguieron siendo escépticas y aún otras reaccionaron negativamente.
Muchas veces, informa Juan, la gente simplemente "no entendía" a pesar del uso que Jesús hacía de imágenes visuales. En suma, la respuesta al Hijo de Dios en la tierra hace 2.000 años se parece mucho a la respuesta del mundo de hoy.
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