El sufrimiento ataca como un terremoto, sin advertencias, causando una desolación repentina. 29 personas mueren al caer un bus desde un puente. Por otro lago un rugiente muro de agua arrasa una aldea mientras la gente está durmiendo, desparramando cadáveres como si fueran ramas.
Luego vienen los sacudones psicológicos, que frecuentemente toman la forma de preguntas: "¿Por qué permitió Dios que sucediera esto? ¿Qué mal hicimos? ¿Por qué permite Dios tales sufrimientos?"
En la época de Jesús se oían muchos rumores acerca de dos catástrofes: la matanza de galileos ordenada por Poncio Pilato y el derrumbe de una torre. Como es de suponer, la gente que estaba cerca de Jesús le preguntaba acerca de estos sucesos, pero las respuestas que él les daba los confundía.
El descartaba la opinión general de que estas cosas les suceden sólo a la gente que las merece, y luego les devolvía el problema a quienes la habían hecho la pregunta al formular una advertencia general.
...los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle. Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole. Lucas 19:47-48
El núcleo de la cuestión
La respuesta de Jesús a las preguntas acerca del sufrimiento ilustra cómo trataba él los problemas difíciles. Los líderes religiosos y las personas de inclinación filosófica siempre estaban tratando de detenerlo con un arsenal de preguntas. Por lo general esto les resultaba contraproducente, ya que Jesús hábilmente les devolvía la pregunta.
Consciente de las multitudes que lo rodeaban, Jesús evitaba las largas discusiones, enfatizando en su lugar la necesidad de cambiar de conducta. Sus respuestas iban a la médula del asunto en cuestión, y al corazón de sus oyentes.
Al enseñar, Jesús frecuentemente recurría a las parábolas, compactos relatos con una moraleja. El uso de las parábolas le permitía continuar instruyendo a sus discípulos en forma "privada", a pesar de la multitud de observadores (Lucas 8:10).
El podía explicarle el significado a los discípulos más tarde, cuando estuvieran juntos y solos. Las parábolas también ayudaban a preservar su mensaje: años más tarde, al reflexionar acerca de lo que Jesús había enseñado, la gente recordaba sus parábolas con vívidos detalles.
Historias sencillas con una profunda verdad
Lucas, un buen relator de historias, coleccionó 18 parábolas que no aparecen en ningún otro lugar, y volvió también a contar algunas de las más conocidas. A diferencia de Mateo, que enfatiza las parábolas del reino, Lucas se especializa en las que tienen como protagonista a personas: el buen samaritano, la viuda persistente, el hijo perdido. Sus parábolas tratan temas profundos, pero en una forma no amenazadora.
La forma en que Jesús enfrentaba las preguntas difíciles se distingue notablemente de la de Pablo. El apóstol Pablo revestía sus conceptos con lenguaje teológico y daba explicaciones formales. Con una prosa cuidadosa, él investigaba pacientemente palabras tan complejas como perdón y justificación.
Jesús, al hablarle a una multitud de miles, comunicó el mismo mensaje por medio de tres historias sucesivas,- y escalonadas —la Oveja Perdida, la Moneda Perdida y el Hijo Perdido (Lucas 15:1-32).
Este último relato, conocido entre nosotros como El Hijo Pródigo, es conocido entre los escoceses como "El Maravilloso Padre". Dicho relato expresa el núcleo del mensaje de Jesús tan aptamente como cualquier obra teológica de diez tomos.
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