Uno no puede dejar de notar a Pedro en los evangelios. Se lo ve como una persona de buen corazón pero rústica siempre pugnando por estar en primera posición y haciendo declaraciones altisonantes. Cada una de las listas de los discípulos lo coloca en primer lugar, y Pedro aparece con frecuencia tratando de ocupar el centro del escenario.
Como persona era bastante agradable, con un gran corazón y con un entusiasmo ilimitado. Pero tenía demasiadas aristas sin pulir. Oscilaba como un péndulo, era osado y valiente un momento y cobarde en el momento en que realmente tenía que ser valiente.
Señales de maduración
Cuando Pedro se sentó a escribir la carta, Muchos años más tarde, él era ya un hombre muy cambiado. Uno puede detectar dicho cambio en las palabras que escoge: palabras como humillarse y someterse.
Las cartas de Pedro no tiene nada del estilo agresivo y tosco que él exhibe en los evangelios. Está obedeciendo el último mandamiento que le diera Jesús: "Alimenta mis ovejas" (Juan 21:17).
El tosco Pedro se ha convertido en un tierno pastor. Para captar totalmente el impacto de la transformación de Pedro, basta con que uno lea acerca de él en los evangelios (especialmente el de Marcos), y luego pase directamente a la carta.
El jactancioso y estrepitoso Pedro aconseja ahora a las esposas a tener "el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible" (1 Pedro 3:4) y a los maridos a tratar a sus esposas con consideración y respeto (1 Pedro 3:7).
El hombre que una vez cortara una oreja defendiendo a Jesús (Juan 18:10) aconseja ahora sumisión a toda autoridad gubernamental (1 Pedro 2:13).
Pedro cierta vez protestó vigorosamente la predicción que Jesús hiciera de su propia muerte (Marcos 8:32); ahora él propone solemnemente el sufrimiento de Cristo como ideal (2:21-24). Es fácil creer que Pedro se está describiendo a sí mismo cuando dice cosas tales COMO, "En otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios" (1 Pedro 2:10) y "Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas" (1 Pedro 2:25). Con el pasar del tiempo las cambiantes arenas de la personalidad de Pedro se convirtieron en granito.
Nunca es demasiado tarde
Pedro finalmente se ganó el sobrenombre que Jesús le diera muchas años atrás: la "roca" (Mateo 16:18). Y cuando él exhorta a sus lectores a permanecer firmes en la verdadera gracia de Dios (1 Pedro 5:12), uno no puede dejar de sentir que Pedro ha aprendido por medio de sus propias duras experiencias: aquellas lecciones que ahora él les transmite a otros.
Si Pablo es el apóstol dé la fe, Pedro es el apóstol de la esperanza. Dios no se resigna a abandonar a las personas, algo que la vida de Pedro demuestra ampliamente. Tenemos razones para mantener viva nuestra esperanza, aun cuando nos enfrentemos con el sufrimiento y la muerte.
La tradición dice que Pedro fue crucificado cabeza abajo en una cruz romana; se consideró indigno de morir cabeza al cielo, como Jesús. Pedro murió creyendo su promesa de un final feliz:
"El Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca" (1 Pedro 5:10).
El escribe como alguien que sabe de qué está hablando.
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