Poco después de escapar de Egipto, los israelitas se enfrentaron con un nuevo enemigo y Moisés eligió a Josué para guiarlos en la primera batalla (Éxodo 17:9-15).
Un mes más tarde, cuando Moisés ascendió al escarpado monte Sinaí para encontrarse con Dios, Josué estuvo a su lado. Fue él quien primeramente informó a Moisés acerca de los ruidos extraños que provenían del campamento, sonidos que resultaron ser heraldos de la gran rebelión espiritual de los israelitas (Éxodo 32:17).
Josué eventualmente llegó a ser el lugarteniente de Moisés, su hombre de confianza, un ayudante que le apoyó en casi todas las crisis importantes. Moisés cambió su nombre de Oseas, que significaba "ayuda" o "salvación", a Josué, que significa "la ayuda del Señor". (La pronunciación griega de Josué es Jesús.)
Pasando a ser número uno
Referencial |
Josué aprendió los peligros que el liderazgo encierra en ese viaje como espía: a su regreso, miles de israelitas airados clamaban que fuera apedreado públicamente (Números 14). Pero él permaneció firme y Dios lo recompensó.
De todos los israelitas que dejaron Egipto, solamente a él y a Caleb les fue permitido entrar en la tierra prometida, ni siquiera Moisés tuvo ese honor.
Al acercarse la muerte de Moisés, Dios y Moisés designaron a Josué como único e indiscutido líder nuevo de Israel. Llegaba la hora en que el número dos pasaría a ser número uno.
El paso de Josué al liderazgo fue notablemente suave. La verdad es que la vida de Josué había tenido muchos paralelos con la de Moisés.
El milagro del cruce del Jordán fue conmovedoramente parecido al cruce del Mar Rojo por parte de Moisés. Este se encontró directamente con Dios frente a la zarza ardiente; Josué se encontró con el representante especial de Dios, el "Príncipe del ejército de Jehová", y al igual que Moisés, se quitó el calzado en este encuentro.
Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?
El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?
Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo. (Josué 5:13-15).
Tanto Moisés como Josué grabaron la ley en piedra: Moisés para tener un registro permanente para Israel y Josué al erigir un monumento frente al cual pasaría la nación al entrar en la nueva tierra.
Ambos líderes abogaron a favor de su pueblo ante Dios. Y ambos concluyeron sus funciones con discursos emocionantes que rememoraban la historia y desafiaban al pueblo a efectuar una elección crítica.
Un líder muy completo
Moisés, que se crió en la corte del faraón, naturalmente recibió una mejor educación que Josué. Demostró tener una inclinación hacia la filosofía. Josué, por su parte, estaba más orientado hacia la acción y era bien pragmático, un perfecto militar. Supo lograr la combinación rara de saber recibir órdenes y saber dar-las.
La Biblia, que nunca puede ser acusada de pasar por alto las fallas de sus héroes, revela algunos de los errores de Josué. En un episodio en el desierto, demostró apresuramiento (Números 11:26-30).
Durante la primera batalla de Hai, y en las negociaciones del tratado con los gabaonitas, actuó impulsivamente, sin buscar primeramente el consejo de Dios.
Además, después de su primera derrota importante en Hai, en una actitud muy rara en él, se dejó vencer por el temor, mereciendo el reproche severo de Dios: "¡Levántate! ¿Por qué te postras así sobre tu rostro?" (Josué 7:6-12).
Fuera de estos episodios escasos, la vida de Josué estuvo marcada por una fe y una obediencia notables. Josué nunca permitió que las presiones de la acción militar interfirieran con el culto ni con la renovación del pacto. Cuando dividió la tierra (una inmensa carga burocrática que ocupa la segunda mitad del libro), lo hizo con sabiduría y ecuanimidad, eligiendo su propia parte sólo después de que todas las otras hubieran sido elegidas. La Biblia registra este simple legado:
"Y sirvió Israel a Jehová todo el tiempo de Josué" (Josué 24:31).
La historia demostraría cuán pocas veces eso ocurrió en la vida de esa nación fastidiosa.
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