La historia de el "Brayan" - La Pluma de un Ángel

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lunes, 24 de abril de 2017

La historia de el "Brayan"


Es probable que el enunciado de este escrito haya causado gran curiosidad, y lo tiene. En Venezuela y Latinoamérica este nombre es asociado popularmente a una persona mal portada, con tendencias delictivas, aspecto desafiante y con vicio a algún tipo de droga. Aún no se sabe exactamente de donde se originó la asociación de “El Brayan” con esas características.

Hoy en día el fenómeno del Internet y las redes sociales ha logrado que este nombre se propague en la web en diferentes formas; en caricaturas, vídeos y en los llamados “memes”.

Una de estas personas al que apodaban el Brayan, se encontraba recluido en una prisión de máxima seguridad por ciertos delitos que había cometido y cumplía una larga condena. 

El profesor Freddy visitaba ese lugar por primera vez, él era uno de los maestros que participarían en un programa educativo que estaba implementando el Centro Penitenciario para todos los prisioneros que desearán aprender algún tipo de oficio.

En su primer día, el profesor Freddy observo en su nuevo salón de clases a “El Brayan”. En ese momento se sintió con temor. Pues el temible personaje tenía un cuerpo robusto, no tenía cabello pero en su lugar se observaba un gran tatuaje que cubría toda su cabeza, tenía más tatuajes en sus brazos y su cara estaba marcada por varias cicatrices que hablaban de su vida y de los problemas donde se había metido. Sin duda Brayan era atemorizante.

Para el profesor resulto incómodo y molestoso el apodo, su nombre verdadero era Fran Luke. Así lo llamo desde el principio. Los prisioneros y los policías lo llamaban de esa forma por lo que el “representaba”.

A pesar del aspecto desafiante de Brayan, él era una persona callada y muy pocas veces hablaba o se relacionaba con otros, más bien parecía solitario. En las clases se desatacaba por sus buenas calificaciones y obtuvo grandes progresos en el curso de contabilidad que estaba recibiendo. El profesor Freddy siempre le hacía saber lo bien que lo estaba haciendo.

Con el pasar del tiempo, Freddy se sentía cada vez más comprometido con sus alumnos prisioneros, pero más aún con Brayan. Aunque no era común que compartieran y hablaran, en el fondo el profesor Freddy lo estimaba y lo apreciaba.

En varias oportunidades Brayan le dejaba notas escritas al profesor sobre su escritorio. Freddy siempre esperaba con ansias esas notas. Los escritos contenían frases célebres, un chiste, un dato curioso o simplemente un saludo. El maestro apreciaba este gesto y valoraba cada palabra que allí contenía.

Ya finalizando el curso, se organizó un evento donde se entregarían los certificados de aprobación y además se daría un botón honorifico para los más destacados.

Brayan fue el más destacado del curso, razón por la cual recibió su certificado y su gran botón. Después del acto Brayan se acercó dudosamente a su profesor y le dijo: —Gracias Freddy, nadie nunca me había dicho que estaba haciendo algo bien— Esas palabras retumbaron en el joven profesor. Un gran y fuerte abrazo sello ese momento.

Nunca se supo porque estaba Fran allí, ni tampoco el tiempo exacto que duraría en ese lugar. Esas palabras de Brayan hablaban mucho de su vida, de su infancia, de su adolescencia y de su juventud. ¿Cuántas veces le habrían dicho "tu no sirves"?, ¿Cuántas veces de niño le dijeron “no lo vas a lograr"? ¿Cuántas palabras de desánimo habría recibido en su vida? ¿Qué cantidad de sueños rotos y despedazados tuvo?

Nunca nadie le dijo que lo estaba haciendo bien, nadie le dijo que luchara por sus sueños, jamás recibió una palabra de aliento. ¿Qué habría pasado con Brayan si en vez de malas palabras hubiese recibido frases como “felicitaciones”, “sigue así”, “Los haces bien”, "eres el mejor"? me atrevo a asegurar que no estuviera allí, en ese lugar. Tendría una familia sana y feliz o fuera una persona de éxito. La verdad no lo sabemos, y nunca lo vamos a saber.

Lo peor de todo es imaginar que hay muchos Brayan en la vida, padeciendo y sufriendo las condenas de una sociedad que ha preferido maldecir que bendecir.

Brayan debe de pagar por sus faltas, por sus crímenes. Sin embargo la sociedad y los seres humanos hemos contribuido con nuestras palabras a la condena, al señalamiento. Pocas veces bendecimos pero muchas veces maldecimos.

Dios es claro en su palabra, con la lengua bendecimos […], y con ella maldecimos a los hombres… (Santiago 3:9). Con nuestra boca condenamos, derribamos y destrozamos. Es momento que como humano, como hijos de Dios podamos bendecir a los niños, a los jóvenes, a los ancianos… El poder de las palabras tiene un impacto enorme en la vida de una persona, impacta más que un golpe, marca más que una herida. Que nuestra lengua sea para construir, edificar, ¡para crecer!

“Palabras de gracia son como un panal, dulzura para el alma y medicina al cuerpo” (Proverbios 16:24)

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