Es probable que el enunciado de este escrito haya causado gran curiosidad, y lo tiene. En Venezuela y Latinoamérica este nombre es asociado popularmente a una persona mal portada, con tendencias delictivas, aspecto desafiante y con vicio a algún tipo de droga. Aún no se sabe exactamente de donde se originó la asociación de “El Brayan” con esas características.
Hoy en día el fenómeno del Internet y las redes sociales ha logrado que
este nombre se propague en la web en diferentes formas; en caricaturas, vídeos
y en los llamados “memes”.
Una de estas personas al que apodaban el Brayan, se encontraba recluido
en una prisión de máxima seguridad por ciertos delitos que había cometido y
cumplía una larga condena.
El profesor Freddy visitaba ese lugar por primera vez, él era uno de
los maestros que participarían en un programa educativo que estaba
implementando el Centro Penitenciario para todos los prisioneros que desearán
aprender algún tipo de oficio.
En su primer día, el profesor Freddy observo en su nuevo salón de
clases a “El Brayan”. En ese momento se sintió con temor. Pues el temible
personaje tenía un cuerpo robusto, no tenía cabello pero en su lugar se
observaba un gran tatuaje que cubría toda su cabeza, tenía más tatuajes en sus
brazos y su cara estaba marcada por varias cicatrices que hablaban de su vida y
de los problemas donde se había metido. Sin duda Brayan era atemorizante.
Para el profesor resulto incómodo y molestoso el apodo, su nombre
verdadero era Fran Luke. Así lo llamo desde el principio. Los prisioneros y los
policías lo llamaban de esa forma por lo que el “representaba”.
A pesar del aspecto desafiante de Brayan, él era una persona callada y
muy pocas veces hablaba o se relacionaba con otros, más bien parecía solitario.
En las clases se desatacaba por sus buenas calificaciones y obtuvo grandes
progresos en el curso de contabilidad que estaba recibiendo. El profesor Freddy
siempre le hacía saber lo bien que lo estaba haciendo.
Con el pasar del tiempo, Freddy se sentía cada vez más comprometido con
sus alumnos prisioneros, pero más aún con Brayan. Aunque no era común que
compartieran y hablaran, en el fondo el profesor Freddy lo estimaba y lo
apreciaba.
En varias oportunidades Brayan le dejaba notas escritas al profesor
sobre su escritorio. Freddy siempre esperaba con ansias esas notas. Los
escritos contenían frases célebres, un chiste, un dato curioso o simplemente un
saludo. El maestro apreciaba este gesto y valoraba cada palabra que allí
contenía.
Ya finalizando el curso, se organizó un evento donde se entregarían los
certificados de aprobación y además se daría un botón honorifico para los más
destacados.
Brayan fue el más destacado del curso, razón por la cual recibió su
certificado y su gran botón. Después del acto Brayan se acercó dudosamente a su
profesor y le dijo: —Gracias Freddy, nadie nunca me había dicho que estaba
haciendo algo bien— Esas palabras retumbaron en el joven profesor. Un gran y
fuerte abrazo sello ese momento.
Nunca se supo porque estaba Fran allí, ni tampoco el tiempo exacto que
duraría en ese lugar. Esas palabras de Brayan hablaban mucho de su vida, de su
infancia, de su adolescencia y de su juventud. ¿Cuántas veces le habrían dicho
"tu no sirves"?, ¿Cuántas veces de niño le dijeron “no lo vas a
lograr"? ¿Cuántas palabras de desánimo habría recibido en su vida? ¿Qué
cantidad de sueños rotos y despedazados tuvo?
Nunca nadie le dijo que lo estaba haciendo bien, nadie le dijo que
luchara por sus sueños, jamás recibió una palabra de aliento. ¿Qué habría
pasado con Brayan si en vez de malas palabras hubiese recibido frases como
“felicitaciones”, “sigue así”, “Los haces bien”, "eres el mejor"? me
atrevo a asegurar que no estuviera allí, en ese lugar. Tendría una familia sana
y feliz o fuera una persona de éxito. La verdad no lo sabemos, y nunca lo vamos
a saber.
Lo peor de todo es imaginar que hay muchos Brayan en la vida,
padeciendo y sufriendo las condenas de una sociedad que ha preferido maldecir
que bendecir.
Brayan debe de pagar por sus faltas, por sus crímenes. Sin embargo la
sociedad y los seres humanos hemos contribuido con nuestras palabras a la
condena, al señalamiento. Pocas veces bendecimos pero muchas veces maldecimos.
Dios es claro en su palabra, con la lengua bendecimos […], y con ella
maldecimos a los hombres… (Santiago 3:9). Con nuestra boca condenamos,
derribamos y destrozamos. Es momento que como humano, como hijos de Dios
podamos bendecir a los niños, a los jóvenes, a los ancianos… El poder de las
palabras tiene un impacto enorme en la vida de una persona, impacta más que un
golpe, marca más que una herida. Que nuestra lengua sea para construir, edificar,
¡para crecer!
“Palabras de gracia son como un panal, dulzura para el alma y medicina al cuerpo” (Proverbios 16:24)
Impactante.
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