Imaginemos algo. Un paisaje hermoso, lleno de bellos arboles, lindas
flores y abundante pasto verde. Es un escenario maravilloso y encantador. Como
es época de lluvias se puede observar lagunas y ríos caudalosos. Todo allí es
vida. Los arboles representan la majestuosidad, todos reverdecidos y llenos de
ricos frutos. Nada parece acabar con aquel paraíso.
De repente todo el panorama es contrario. Ya no hay verdes, ya no
existen flores, todo parece desolado. La belleza que tuvo se desvaneció. Ahora
vemos un lugar seco y para nada encantador. Los arboles tienen solo ramas secas
y su aspecto es horrendo. ¿Qué paso? La época de lluvia se ha ido, ahora
enfrentan la sequía. Se lo ha llevado todo, ha devorado su majestuosidad. Solo
quedan pequeñas muestras de lo hermoso que fue aquel lugar.
Sin embargo, a la vista se observa un árbol. Un árbol aun verde y
resplandeciente, lleno de frutos, hermoso, atractivo y codiciable.
Él es un árbol diferente.
¿Por qué ese árbol que aun sigue intacto no corrió con la misma suerte
de los demás? ¿Qué lo hace diferente? Sin duda alguna hay una razón detrás de
todo esto.
Las raíces de ese árbol están arraigadas en una fuente segura. Buscaron
una fuente de agua debajo de la tierra y así logra sobrevivir ante ese caos.
Sus raíces siguen obteniendo el agua que le da la vida, el vigor y la fuerza.
No importando la situación, ni lo duro del momento. No importando el calor
abrasador, el viento, ni la tormenta. El está completamente seguro de que no le
pasará nada, pues está confiado en su fuente de vida.
El resto de los arboles solo se conformaron con la abundancia del
momento, y aunque parecían hermosos y resplandecientes ahora no soportan la
tormenta, la sequía y el calor. Pues ellos no están arraigados a una fuente
segura. Sus ramas y su lindo aspecto se han desvanecido, fueron prósperos en su
momento, daban sombra y frutos, sus hojas no caían. Pero ya no es así.
Posiblemente la abundancia llegará una vez regrese la lluvia y puedan
verse como antes, pero cuando pase ese gran momento volverán a ser iguales.
¿Qué árbol eres tú?
El Salmo 1 inicia con una gran enseñanza que muchas veces pasa
desapercibida. En el Versículo 3 dice: “Será como árbol plantado junto a
corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo
que hace, prosperará”. Ese increíble pasaje nos hace saber el tipo de
persona que debemos ser. Si buscamos el rostro de Dios, si somos rectos en
nuestros caminos, si meditamos en su palabra, seremos como este gran árbol.
Un árbol plantado junto a corrientes de agua, siempre será prospero,
admirable y no turbado ante las circunstancia difíciles. Esta seguro, confiado
en aquello que lo mantiene firme.
Como personas que seguimos a Jesús, debemos buscar constantemente a
Dios, actuar conforme a sus principios, estar alejado de aquello que nos hace
pecar y meditar constantemente en su palabra. Si hacemos eso, seremos como ese
árbol. Nuestra vida será distinta, no importa la situación que venga o los
problemas que estemos pasando, si estoy aferrado a Dios que es la fuente de
vida, nada me faltara, seré una persona diferente, prospera, de buen aspecto y
lleno de frutos.
Todo implica un esfuerzo. El árbol tuvo que escavar con sus raíces para
buscar el agua. De la misma forma tenemos que esforzarnos cada día para avanzar
hacia lo que Dios quiere.
Las personas siempre querrán a los arboles que den sombra y frutos.
Muchas personas se acercaran a ti porque quieren tener lo que posees o porque
trasmites una gracia especial. En ti pueden obtener una ayuda, en tus palabras
pueden obtener aliento, en tus oraciones pueden conseguir sus milagros.
Sé ese tipo de árbol. Un árbol de gracia, de amor, de búsqueda, de
santidad. ¡Pero eso sí! No dejes que tu rió se seque porque después te vas a
perecer a los demás. Sera uno más del montón. ¿Qué pasaría si a ese árbol
prospero se le secara su fuente de agua? Simplemente se marchitaría y sería
como los demás. No permitas que eso pase.
Nadie quiere un árbol que no de sombra
y muchos menos te gustaría tener un árbol en tu casa que no de frutas.
Probablemente lo cortes. Imagina entonces lo que puede hacer Dios ante una persona ímpia.
Dice la biblia, "No así los impíos, que son como paja que se lleva
el viento" (Salmo 1:4 BBA). Esta afirmación hace saber, que las personas
que son contrarias a Dios andan sin propósito, sin fundamento. Es como una paja
que va de un lugar a otro llevada por el aire y la tormenta.
La clave de todo está en buscar a Dios y nunca separase de él, de su
veredero amor, de su palabra.
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