Ester: Una judia como reina del Imperio Persa

Muchos de nosotros nos encontramos en situaciones en las que las experiencias crueles y desdichadas parecen ser la norma. Podríamos sentirnos impotentes para actuar, sea para defendernos o para ayudar a otro.

Podríamos preguntarnos cómo llegamos allí o por qué. Ester debió de sentirse así algunas veces; vivía en una comunidad de judíos desterrados en Babilonia, lejos de su patria Israel.

La muchacha era una extranjera judía; su pueblo estaba subyugado por gobernantes persas paganos. Ester además era huérfana; su primo Mardoqueo, un personaje importante en la comunidad judía desterrada, la adoptó. 

Cuando Ester probablemente tenía cerca de veinte años, el rey Asuero, monarca del imperio persa, destronó a su reina y realizó un concurso de belleza obligatorio en todo el imperio para encontrar un reemplazo. Ester, obligada a competir por decreto real, fue seleccionada para unirse al harem del rey y ser su reina. Pero Mardoqueo le dio instrucciones de no hablar a nadie respecto a su ascendencia judía.

Incluso como reina de Asuero, la situación de Ester distaba de ser maravillosa. Era una entre muchas esposas y concubinas. Pasaba meses sin ver a su esposo. Asuero también estaba lejos de ser un marido ideal. Era conocido por destituir o matar por simple capricho a quienes estaban cerca de él.

Estar cerca de Asuero era cualquier cosa menos una posición cómoda. Como parte del pueblo de Dios, a menudo Ester debió de haberse preguntado por qué se había convertido en reina.

Un hombre llamado Amán ascendió al cargo de primer ministro, y el primo de Ester, Mardoqueo, lo hizo enfurecer al no inclinarse ante él. Para vengarse, Amán buscó la destrucción de todos los judíos en el imperio persa. Cuando Mardoqueo supo del plan de Amán para matar, acudió a Ester en busca de ayuda. Si, para suplicarle que tuviera misericordia de su pueblo, si se acercaba a Asuero sin una cita,  podía costarle la vida. No obstante, antes de hacerlo convocó a un ayuno de tres días para todos los judíos de la ciudad. Esto demuestra que ella confiaba en Dios, aunque no lo mencionó por nombre. 

La reina debió haber pasado esos tres días pidiendo protección divina para ir ante el rey sin ser invitada. Sus oraciones fueron contestadas. A los pocos días Ester había triunfado y había liberado de la muerte a su pueblo. Dios estaba en control.

«Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?» (Ester 4.14)

Quizá en un principio Ester no entendía por qué la eligieron para ser reina, pero pronto Dios se lo hizo saber: Estaba allí para salvar a su pueblo de la destrucción. El Señor utilizó a Ester y a Mardoqueo para hacer su voluntad en una situación difícil. 

Quizá nosotros no sepamos por qué estamos en ciertas circunstancias, pero Dios tiene un propósito y un plan para cada uno de nosotros. Él podría usarnos, por impotentes que tal vez nos sintamos, para llevar a cabo su voluntad en la vida de muchos.


Fortalezas y logros.

• Tanto Ester como Mardoqueo mostraron gran valor y planificación cuidadosa.
• Ester fue receptiva al sabio consejo de Mardoqueo.
• La belleza y el carácter de Ester le granjearon el cariño del rey Asuero.
• Ester puso la vida de los judíos por sobre la suya.
• Mardoqueo no quiso inclinarse ante Amán, sin importarle las posibles consecuencias.

Lecciones para nuestra vida.

• Seguir a Dios significa a menudo que debemos sacrificar nuestra propia seguridad.
• Podemos confiar en que el Señor protegerá a su pueblo.
• Dios podría ponernos en ciertas circunstancias para beneficiar a otros, o aun para rescatarlos.
• El Señor utiliza personas indefensas para obrar su voluntad poderosa y perfecta. 

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La historia de Ester y Mardoqueo se narra en el libro de Ester.